25 abril, 2007

EN LA COLINA

Para R. (y espero que te guste)

Los hombres echaron mano al poeta; lo sacaron de las plazas donde se había forjado el fuego celeste de su inspiración; lo arrastraron con violencia por las calles.

Y lo condujeron fuera de la ciudad llevándolo a lo alto de la colina.

Allí lo desnudaron; lo golpearon; escupieron en su cara frágil y enfermiza; luego lo abandonaron, dejándolo atado a un madero.

Cuando llegó la noche, la luna descendió a la colina. Desató las manos entumecidas del poeta; lo cubrió con la miel de sus besos; limpió sus heridas; y susurró en sus oídos palabras de consuelo.
También le habló dulcemente de la hermosura eterna de las estrellas y la comparó con la mezquindad y la pequeñez del implacable mundo de los hombres.

––Ven conmigo ––le dijo ––. En el cielo, allí donde la eternidad se confunde con la belleza, allí donde los astros conservan la huella inmaterial de su origen divino, hay un lugar reservado para ti.

Y sin embargo, antes del amanecer, la luna lloraba en lo alto de la colina.

El poeta, con la sangre de las heridas aún caliente, descendía alejándose de ella. Sabía que su lugar estaba en la tierra, en el bullicio de las ciudades, en las plazas, en las calles, allí donde moran los hombres, sus hermanos.

Comentarios:
Hombre, ya era hora que escribieras algo...
 
Pues sí...
 
Ya era hora... Lo leeré, ahora no puedo, pero después de lo de Aquiles meláncolico, lo leeré
 
Ya lo he leído. Un poco de idealismo está bien, siempre que no nos despegue de la realidad en que vivimos
 
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