02 julio, 2007

EL PUB

A veces ocurre:
En esta oscuridad disfrazada de eco
En este amanecer siempre furtivo,
Cerca de la luz dañada de mis ojos
Con la complacencia alevosa de las sombras.

Sí, es otra vez la huella pasajera del recuerdo
Que se apodera de mi historia,
De mis historias;
Y llena mi habitación de nubes insaciables
Que acaparan mis sueños;
Sube por las escaleras de un pasado mal vivido,
Y todo lo llena con voces deshabitadas,
Con suelos mugrientos y banquetas,
Con güisquis a medio terminar,
Y melodías de Yulbox, casi ancianas,
Sucias o deterioradas, igual que ceniceros,
Hasta que mis manos
Logran rescatar
Un iceberg oculto en la memoria
Como si fuera aquel pub de universitarios,
Ese pub de fin de semana,
Cuando yo era joven y estudiante.

Detrás de las trincheras de la barra
Las camareras proyectan una sombra de hámsteres
Como dando vueltas a su propia rutina.

Y yo siento
Desde esta oscuridad que no me pertenece,
Desde este amanecer silente de los ojos,
Que el corazón se aferra conmovido
Al cuarto oscuro donde viven
Los rostros y palabras que no fueron;
Me veo levantándome de una mesa
Donde la cerveza es sólo una luna menguante,
Y oigo una voz descolorida contando un chiste,
Un chiste transparente que se me clava en la espalda
Como un látigo o un lamento,
Y camino atravesando todos los remordimientos,
Todas las conversaciones de juventud,
Todas las quinielas
Donde yo aparezco como único sospechoso,
Como ladrón de recuerdos,
Inventor de nombres sin sentido,
Empedernido estafador de sueños.

Cuando llego a la barra
Las camareras se vacían de su sombra
Como sólo puede vaciarse una serpiente
De la piel de su último sueño.
Suena la Yulbox
—Los Rolling, otra vez—
Y una mujer que no recuerdo
Se acerca en una nube de tabaco
Para hablarme de mis andanzas,
De quimeras y fracasos que sólo yo conozco.

Entonces comprendo que es un sueño,
Pero la creo igualmente,
Y le doy la razón y le sonrío:
Sí, fui yo quien se acostumbró
A morir de repente,
A hurgar en los silencios,
A ejecutar palabras con mis propias manos.

A veces ocurre, le digo,
A veces ocurre y eso es todo.

La verdad es que no me acostumbro
A estas muertes, que son las previstas,
Y abro las ventanas
Y dejo que fluya el aire en los pulmones
Y descorro las cortinas para que entre la luz
E invento de nuevo mis referentes,
Mis señas de identidad habituales,
Como un contrapeso a la nostalgia de la vida,
A la debilidad del corazón,
Al sufrimiento inútil del pasado.





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